Carolina Castillo
Cuando el Profesor y Cronista Manuel Burguete Estrada narraba este acontecimiento, hacia que muchos de nosotros nos trasladáramos a la primera década del siglo XX.
Fue un 28 de marzo de 1910 a las 13:30 horas cuando un carro marca “White”, color azul marino de 22 H.P., o sea, Horse Power o caballos de fuerza, llegó a las calles de la antigua Ciudad Real de San Cristóbal de Las Casas. En una época en la que vino el progreso, el intercambio comercial y el desarrollo de la vialidad en este municipio.
El precio del carro en 1910 fue de 6,000 pesos, que para esa época era mucho dinero. Desde el 16 de febrero los hermanos tuxtlecos estaban emocionados con eso de la llegada del primer carro a Chiapas. Era transportado desde México por ferrocarril hasta Estación Jalisco, hoy Ciudad de Arriaga, Chiapas. Salió desde las 7 de la mañana de ese lugar y llegó a las dos de la tarde a Tuxtla.
Sonaron los silbatos de la Fábrica de puros y cigarros de Don Pedro del Cueto y la mayoría de gente se arremolinaba en la Avenida de la República o Calle Real como también se le llamaba a la Avenida Central de Tuxtla Gutiérrez.
Era manejado por el piloto alemán Mister William Wokeenshon y lo acompañaban Don Alfredo Serratos, jefe del Departamento de Maquinaria de la Casa Alemana Korff Honsberg. Con estos señores venían el Gobernador de Chiapas, de aquella época, Ramón Rabasa Estebannell, Don Ciro Farrera y los hijos de estos señores, Monchito Jr. y Fernandito Farrera. El viaje de Arriaga a Tuxtla se había llevado 7 horas, descontando el tiempo para tomar alimentos y el paso de carreteras.
El señor Serratos rápidamente vendió el carrito “White” a una sociedad formada por los señores licenciados Carlos Castañón, Ernesto Gutiérrez y Ariosto Cano, que luego establecieron una empresa de transporte. La transacción se llevó a cabo por un monto o cantidad de 6,000 pesos. El trato era que se pagaran 3,000 pesos de contado y cómodas letras de 166 pesos con 68 centavos por cada socio. Hecho el trato, la naciente empresa de Cano y Compañía fue organizada de tal forma que los viajes del carrito “White” quedaron sujetos a un horario que se publicó en la prensa tuxtleca, precisamente en el “Heraldo de Chiapas”, que dirigía el Maestro Lisandro Calderón y en la Revista Chiapaneca, que se editaba aquí en San Cristóbal.
Hacia Arriaga salía el carrito los martes y los jueves y retornaba a Tuxtla los miércoles y sábados. El precio del pasaje era de 30 pesos para cada una de las terminales, cobrándose 24 centavos por cada kilómetro para los puntos intermedios. Los domingos se efectuaban excursiones a Chiapa de Corzo por la módica suma de 4 pesos ida y vuelta.
El 28 de marzo de 1910 llega el carrito a San Cristóbal de Las Casas. Pasaba por Chiapa de Corzo, Cola Torcida, Ixtapa, El Escopetazo, el Calvario, Punta del Llano, puente de la Herradura, El Burrero, Tierra Colorada, las Salinas, La Era, Zinacantán, La Ventana hasta llegar por La Portañuela, allá por el rumbo de San Ramón.
Cuando llegó a San Cristóbal: ¡Viva el primer carrito! – decían los que estaban modernizados; los aplausos se hacían presentes en la alegría de los coletos, que es muy raro que estén contentos pero, pues esa era la novedad; cohetes y confeti se veía por doquier.
Pero, por otro lado estaban los alabados de las Beatas de la Vela Perpetua, que no miraban con buenos ojos a esta “bestia asesina del infierno”. Aseguraban que era el fin del mundo, que esas cosas eran del diablo de las que no se podían permitir en esta tierra tan bella y tan santa por donde pasó Dios; echaban agua bendita y oraciones por las calles para que no fuese a pasar el coche, inclusive novenas de rezos para que no estuviese este carro en San Cristóbal.
Y conste que las beatas no se equivocaron, la de gente que han matado los carros. Ese coche dicen que atropelló a mucha gente, y a uno que otro chucho, pues se ponían enfrente o se atravesaban para ver qué bonito estaba, llevándolos de corbata.
En total, el carrito hizo los 86 kilómetros 284 metros desde Tuxtla previo al 2 de abril cuando el “White” se enfiló rumbo a Comitán donde también hubo música y cohetes a su recibimiento.
Finalmente el gusto duró muy poco, ya que a fines de abril y a principios de mayo de 1910, el “White” y otro que trajeron, se descompusieron y no hubo poder humano que los echara a andar de nuevo, pues no existían los talleres mecánicos, quedando así en el olvido. Mientras el pueblo se quedó esperando a que llegaran otros coches para volver a activar la industria automotriz aquí en Chiapas, hecho que se llevó a cabo hasta dos años después.
Y así es como son las cosas, mientras otros iban a entrar en combate en el mes de noviembre de 1910, aquí en San Cristóbal estaban aplaudiendo, en contraste con algunas señoras preocupadas, porque había llegado la modernidad.
De la voz de Milton Tovilla Ozuna, director del proyecto cultural “Recuerdos Sancristobalenses” y miembro activo del Consejo Municipal de la Crónica Sancristobalense.