Es el otro lado de la moneda.
Son miradas desconcertadas, brazos que dominan cargas de lo poco que tienen, pasos que deslizan la tierra que no era suya pero que se apropiaron. Son familias, abuelos, madres, niñas y niños que se van, que quizá sabían o quizá no que estaban en una reserva, que si vivían ahí era porque no tenían donde establecerse.
La pobreza es evidente, es notoria. En redes se aplaude el desalojo, pero no se ve el otro. Y ahora, ¿a dónde se van?