Esta imagen ha estado circulando en las diferentes redes sociales así como también vía whatsapp.
la imagen corresponde a Luis Alejandro González de nacionalidad chilena y Malvina Serrano de nacionalidad argentina.
esta foto fue publicada por primera vez el 6 de septiembre de 2012 y fue utilizada para un reportaje de Red de “trata de personas” para la prostitución que operó durante nueve años en el corazón del barrio El Golf en Chile.
aqui parte de la nota:
UN NEGOCIO CON POCO RIESGO
Las bases del lucrativo e ilegal negocio que desarrolló Rubén Zapata en pleno barrio El Golf, fueron sentadas por su compatriota Luis Alejandro González, originario de Córdoba. González llegó por primera vez a Chile a mediados del 2003, venía acompañado de su pareja, también argentina, Malvina Soledad Serrano.
-Conocí a Malvina en Córdoba, trabajábamos en un bar nocturno. Pero la cosa no estaba bien. Ella me dijo que su pareja se venía a Chile a poner un negocio. Que aquí las cosas andaban mejor y que si funcionaba, ella me avisaba para que me viniera a trabajar. No habían pasado más de dos o tres meses y me llama Malvina y me dice que necesitan chicas, que si yo estaba dispuesta a venirme y si podía invitar a más chicas -contó a CIPER una mujer argentina que se prostituyó en la red que lideró González y que ahora trabaja en una tienda en Providencia.
Esta joven cordobesa fue una de las decenas de chicas trasandinas, colombianas, paraguayas y ecuatorianas, que Luis Alejandro González trajo a Chile. Su método era muy estudiado y luego lo imitaría, hasta en los más pequeños detalles, la organización de Rubén Zapata. González partió montando un estudio fotográfico en el departamento 603 de la calle Antonio Varas 1.377. Ahí hacía un “álbum” de fotos de las chicas, desnudas o semidesnudas, que después publicaba en Internet, ofreciendo sus servicios.
-La primera vez que salimos en la web éramos solo cinco chicas, pero Lucho nos hizo parecer que éramos como 20. Nos sacaron un montón de fotos. Trajo un amigo, que nunca supe su nombre, al que le decíamos el Pelao, porque era pelado, aunque joven. Él era fotógrafo profesional. Nos sacamos la ropa e hicimos unas con bombachas, otras sin nada, en algunas se veían nuestras caras y en otras sólo el cuerpo. A cada una nos daban un nombre de fantasía y salimos publicadas. Yo salí con tres nombres diferentes: Sandy, Bety y Mari -comenta la joven cordobesa.
Esta primera organización se instaló en Providencia. Malvina Serrano, la mujer de Luis González, administraba el negocio: manejaba el celular al que se contactaban los clientes, cobraba y se encargaba del lugar donde operaban, Ricardo Lyon 1.516, departamento 22.
-Pronto el local nos quedó chico y muchos vecinos se quejaban, así que nos cambiamos a una casa que arrendó Lucho en calle El Vergel. El local se llamó “La Mansión” -recuerda la muchacha que trabajó para González.
Luis Alejandro González fue investigado por el Servicio de Impuestos Internos y la Fiscalía Oriente por lavado de dinero y trata de personas con fines de explotación sexual. El interés de Impuestos Internos se debía a que el negocio le estaba proporcionando ingresos a sus cuentas bancarias entre $14 y $18 millones semanales, dineros que no declaraba. Pero cuando llegó el momento de involucrarlo directamente en el tráfico de personas para fines de explotación sexual, faltaron pruebas. Las jóvenes estaban instruidas para que, ante un allanamiento a la “La Mansión”, declararan que habían llegado a Chile por su propia voluntad y que tenían libertad de movimientos. Antes de la reforma a la Ley 20.507 bastaba con eso para que el proxeneta librara de la justicia.
González se vio obligado a abandonar el país después de que el OS-9 descubriera a una menor de edad ecuatoriana en “La Mansión”:
-La mayoría de las chicas quedamos en la calle y tuvimos problemas para volver a Argentina, porque nos pagaba cada 15 días y cuando Lucho se fue no teníamos plata -contó una de las mujeres desde Córdoba, en un contacto telefónico con CIPER.
“La Mansión” fue clausurada y González nunca fue a prisión. Hoy sigue en calidad de prófugo e Impuestos internos no alcanzó a congelar las cuentas donde almacenaba sus ganancias. Ahora, con la reforma a la ley sobre “trata de personas”, a su heredero, Rubén Zapata, no le fue igual.
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