Los curiosos y los militares se mezclaban en la antigua San Bartolomé de Los Llanos, en los puntos donde hubo desmanes; el resto del pueblo, silencio
Una fila de piedras en el camino da la bienvenida a Venustiano Carranza, 100 metros después hay otra y es señal de que la cosa no sigue bien.
El olor a quemado llega de inmediato en las calles desiertas del pueblo que la noche anterior fue epicentro de la nota que causó revuelo en Chiapas y al amanecer en México, el lugar donde no creen en el COVID-19, pero sí en la posibilidad de que un dron esparciera un polvo para secar los pulmones y matar a la gente.
Para la tarde, la antigua San Bartolomé de los Llanos ya está medianamente tranquila por la presencia de la Guardia Nacional que tiene tomado el centro de este municipio tsotsil.
Resguardan la tienda Elektra, donde la noche de anoche fue blanco de saqueos y donde en sus banquetas aún guardan rastro de lo que no se pudieron llevar: un colchón y decenas de cajas de celulares vacías e instructivos de artículos que fueron tomados.
La revuelta causada por mensajes en redes sociales donde acusaban al presidente municipal, Amando Trujillo, de envenenar al pueblo con el polvo esparcido por el dron, causó pánico y zozobra.
La presidencia municipal quedó en ruinas, la destrozaron. La casa de los papás y los suegros del alcalde, a escasas cuatro cuadras del centro, son ahora dos propiedades fantasmas.
Quedaron totalmente quemadas por dentro y fuera. Para los vecinos, lo importante es que ambas familias no viven ahí, pues amenazas anteriores los han obligado a mudarse. Tampoco vive en Carranza su presidente, quien aseguran vive en Tuxtla Gutiérrez.
El centro de Carranza hoy es otro. No se aprecia el jolgorio del mercado siempre alegre; son contados los locales abiertos y que a distancia comentan lo que sucedió ayer.
La Casa de la Cultura justo frente a la presidencia es clara prueba que lo de anoche no es novedad. Sus paredes quemadas recuerdan que en Carranza, el vandalismo es una constante.
Los curiosos que rondan el parque debaten y se dividen entre quienes creen y no en el COVID-19. Una de ellas alega que por la ignorancia de unos, califican a todo el pueblo. Tiene razón.
A tres cuadras del centro, en una esquina, está una casona tradicional amarilla. Ahí vive la madre del gobernador de Chiapas, Rutilio Escandón Cadenas, cuya foto reposa junto al barandal mientras reacomodan lo que los vándalos desordenaron.
También fue alterada, pero por suerte no pasó a mayores, solo el susto de la mujer de avanzada edad que vive sola.
Carranza es la nota triste. La pandemia vino a desnudar muchos aspectos de Chiapas, pero acá, evidencia la ignorancia de un grueso de la población, que prefiere continuar con sus actividades normales y desafiando a las autoridades, en medio de la pandemia que azota cada vez más a la entidad.